Revivir un cuadro
Francisco Carpio
Una de las obras que más y mejor recuerdo dejaron en el arcón sepia de mi memoria durante mi primera visita al Louvre hace ya casi cinco décadas fue -no, la ‘Mona Lisa’, ‘La Balsa de la Medusa’. Su grandiosidad, la fuerza miguelangelesca de sus figuras, la luz, sombría y verde-misterio, su dramatismo cuasi manierista, su intensidad y su tema -pura ‘terribilitá’- desafiaban ‘esa mirada distraída’ que arrojamos actualmente sobre las obras de arte.
Clara Carvajal (1970) ha tomado esta icónica pintura del romántico francés Gericault como acertada excusa para proponernos una personal interpretación. ‘Personal’ es ciertamente uno de los calificativos más adecuados, por lo menos en lo que se refiere al lenguaje expresivo utilizado. La xilografía, técnica de estampación milenaria aparecida en China y muy popular en Occidente hasta el siglo XVI, tuvo un importante repunte entre algunos artistas de las vanguardias, especialmente los expresionistas alemanes de Die Brucke, pero ha desaparecido casi totalmente de las prácticas más contemporáneas. No solo eso, sino que además no muestra únicamente las estampaciones en papel, sino que emplea las propias planchas de madera, no como medios para un fin, sino como fines de creación en sí mismo, estructurando una singular instalación deconstructiva, una suerte de peculiar ‘tableau vivant’ tal como su título indica. Los rostros de los personajes quedan vacíos y se convierten sobre la impresión en inquietantes manchas rojas. Las líneas zigzagueantes y nerviosas que la gubia produce actúan como vectores de movimiento y ritmo completando un proyecto expositivo original y sugerente.
18 de noviembre del 2023.