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LA OBRA DE ARTE COMO DISPOSITIVO MEDIADOR

Sufismo / Arte / Islam / Mística / Mediación

 

LA OBRA DE ARTE COMO DISPOSITIVO MEDIADOR

La exposición “Jayal. La imaginación creadora” que se presentó en las sedes de Casa Árabe de Madrid y Córdoba durante el primer semestre de 2017 de la mano de Pablo Beneito como comisario, tuvo su origen en el deseo de abordar un acercamiento al islam que permitiera favorecer en el público una mirada positiva y generadora de interés por conocer una filosofía que para muchos sigue siendo aún muy desconocida y, en algunos casos, a la luz del devenir actual en el mundo, es hasta temida. El sufismo, en tanto que vertiente mística del islam que prima la experiencia del individuo en su conocimiento de lo trascendente, ha encontrado a través de sus pensadores y teóricos, numerosos elementos comunes con otras tradiciones místicas que resultan más cercanas al público español. Es el caso del pensamiento de Teresa de Jesús y San Juan Cruz o incluso de las filosofías orientales, popularizadas a través de la práctica cada vez más extendida de la meditación y el yoga.

A este puente facilitador que constituye la proximidad entre las distintas tradiciones místicas, se unió en la citada exposición, el uso del lenguaje artístico como herramienta de mediación con el público. Sirviéndonos del concepto de “dispositivo” que utiliza la artista Clara Carvajal, entendemos que el artista actúa como el sujeto agente que se sirve de su obra -un dispositivo- para transmitir y compartir su pensamiento y experiencia.

De este modo, el ejercicio de acercamiento al sufismo se planteó de la mano de un nutrido grupo de artistas plásticos, escritores y músicos, cuyos trabajos funcionaron como dispositivos mediadores. Evidentemente, todos y cada uno de los artistas tienen o han tenido alguna relación con el sufismo. En algunos casos ésta ha venido a través de una experiencia de fe religiosa; pero en otros, la conexión ha sido a través del pensamiento filosófico de determinados autores y de manera completamente ajena a la religión, manifestando expresamente el artista un distanciamiento con respecto de ésta.

Dado que en “Jayal. La imaginación creadora” no hubo ocasión de desarrollar de manera extensa la reflexión en primera persona por parte de cada uno de estos creadores acerca de sus trayectorias y, de lo que podríamos denominar, sus “vías iniciáticas” hacia el sufismo, hemos querido desarrollar aquí este aspecto que nos parece esencial para entender el mundo de infinitos posibles –tantos como individuos con capacidad de  experimentar- al que se abre la mística.

A continuación se presentan extractos de entrevistas extensas realizadas a cinco artistas que representan perfiles muy diversos. Cuatro de ellos tomaron parte en la exposición de Casa Árabe (Ana Crespo, Diego Moya, Clara Carvajal y Diego Moya). Una quinta artista de origen brasileño, Juliana Serri, ha sido incluida en aras de introducir una cierta amplitud geográfica dado el carácter hispano-luso de la revista.

Lo que tienen en común todos estos artistas es, por un lado, el hecho de relacionarse con lo trascendente con mayor facilidad que el resto de personas no tan acostumbradas al uso del un lenguaje de alusiones, tal y como diría la artista Ana Crespo. Pero por otro, en todos ellos se ha producido algún tipo de encuentro con pensadores sufíes de siglos anteriores habiendo derivado de ello propuestas inmensamente fértiles e inspiradores. Así pues, por encima de las diferencias entre la práctica artística de cada uno y entre sus aproximaciones al tema, lo que resulta un común denominador es el carácter generador de conocimiento de sus trabajos y la posibilidad que nos abren a los espectadores de mirar de otra manera no sólo al mundo que nos rodea, sino a nosotros mismos.

Durante las conversaciones mantenidas con estos artistas, han sido múltiples los temas abordados. Obviamente no todo puede tener cabida en este texto, por lo que nos hemos centrado en extraer las reflexiones en torno a algunos asuntos clave y sobre los que estos autores han coincidido en pronunciarse, aunque lo hayan hecho de maneras diversas. En primera instancia, está presente la cuestión ya apuntada del artista como mediador, que en algunos casos llega a ser casi un hermeneuta que descodifica e interpreta para el espectador la información del entorno que nos rodea. Estrechamente asociado a esto, surge la cuestión del papel otorgado al espectador que, para algunos artistas es esencial en tanto que agente generador de significado a través de su mirada. Este hecho otorga a la obra de arte un carácter polisémico precisamente porque la misma mirada del espectador deviene creadora. En este sentido, el subtítulo que acompañaba a la exposición, “la imaginación creadora” sería relativo tanto al artista como al público.

El propio proceso de trabajo es también cuestión a tener en cuenta pues, en ocasiones, es generador de un estado meditativo que se convierte en vía para facilitar la conexión con lo trascedente, algo que ha estado muy presente en determinadas prácticas del arte islámico tradicional a través de la repetición, la miniatura o la geometría, etc. En estos casos, la manera como se ejecuta la obra, con frecuencia a base de trabajo manual intensivo, constituye un elemento esencial del significado y apreciación de la obra. La elección de los materiales y del soporte es igualmente importante por la relación experimental y sensorial que el artista mantiene con éstos y el vínculo directo que permiten establecen con la naturaleza y el entorno. Y sin duda, tanto la luz como el color y su relación con la sinestesia asociada a los estados de ánimo se convierten en herramientas que ayudan a intuir determinadas cuestiones difíciles de expresar con el lenguaje. Para algunos artistas el color y los códigos asociados a él en el pensamiento sufí, constituyen toda una metodología espiritual, un instrumento para alcanzar la unidad esencial.

 

En las conversaciones mantenidas con los artistas también se ha abordado la cuestión del poder transformador del arte, no sólo en lo que se refiere al proceso de búsqueda interior y de perfeccionamiento personal a través de la activación de los centros sutiles, sino en la cuestión compleja y siempre actual del papel del arte en relación con la acción política y la transformación social. La aparente contradicción existente entre el ensimismamiento que podría suponer la mirada introspectiva y la acción social, se resuelve en el discurso de los artistas al plantear que una determinada manera de estar en el mundo por parte del individuo implica una actitud política por su capacidad de generar cambios en el entorno.

 

Por último, es importante reconocer la labor pionera de alguno de los artistas que tomaron parte en la exposición, cuya producción no sólo consiste en una muy estimable obra plástica, musical o literaria sino que además, han ido desarrollando a lo largo de los últimos años un corpus teórico especialmente relevante en lo relativo a la relación entre sufismo y arte contemporáneo. Resulta paradójico que en España, donde la presencia del legado islámico a través del arte y la arquitectura de época andalusí no tiene parangón en países del entorno europeo, todavía sean muy escasos los artistas, comisarios y estudiosos del arte contemporáneo que hayan optado por profundizar en la rica y sugerente relación existente entre el ámbito del arabismo hispano y el ámbito del arte en época actual.

Extracto de entrevista a Clara Carvajal. (Madrid, 27 de julio de 2017)

NURIA MEDINA:  Determinadas lecturas pueden ayudar a situar una serie de experiencias para las que quizá resulte difícil encontrar el lenguaje apropiado, ¿cómo ha sido tu aproximación al sufismo o al islam?

CLARA CARVAJAL: Mis lecturas son una parte más de mi trabajo a la hora de investigar conceptos conectándolos con la filosofía, la sociología y la historia. Mi interés se centra en el aspecto formal del sufismo, pues creo que incorpora una gran riqueza de elementos culturales a través de su narrativa.

Leí La conferencia de los pájaros de Farid al Din Attar llamada por la curiosidad conocer a un autor que, tal y como me explicaron la primera vez que fui a Teherán, ha sido un outsider, un autor libre fuera de toda filiación política. Me interesó especialmente su manera absolutamente actual de explicarnos conceptos tradicionales de la mitología oriental. Attar presenta a los pájaros como criaturas mitológicas, como animales intermediarios y transmisores, dotados de capacidades para entender el reino de los cielos, la astronomía y lo terrenal al mismo tiempo.

Este tipo de mitología es muy ajena a nuestra mitología occidental, donde quizás lo más próximo podría ser el concepto de ángel, una criatura también alada. Aún así, en Occidente carecemos de una narrativa tan rica como la de esta obra.

(NM): Me gustaría que explicases cómo has llegado a concebir la pieza que presentaste en la exposición de Casa Árabe, “Écfrasis inversa de la percepcisón”, y cuál ha sido tu proceso de investigación en torno a la caligrafía cúfica y el código QR.

(CC): “Écfrasis..” es el proyecto lingüístico en el que estoy trabajando desde hace tres años. Estudio de una manera formal los elementos lingüísticos donde la utopía cosmológica tradicional musulmana se contrapone dialécticamente con la utilización tecnológica del código QR que refiere al moderno mundo de la nube como equivalente holístico.

“Écfrasis Inversa de la Percepción” es una obra que propone la exploración de fórmulas de descodificación de la imagen. Cuatro esculturas en madera construyen las palabras luz, sombra, tradición y misterio en tipografía cúfico geométrica árabe, usan la luz como vehículo revelador del mecanismo lingüístico. Debajo de ellas, un monitor con cuatro videos simultáneos ofrece otro tipo de revelaciones; un carto-mago manipula tres imágenes sobre las aptitudes de pájaros amaestrados; un juguete óptico enseña al girar un pajarito dentro y fuera de su jaula; un rollo de papel exhibe al desenrollarse escritura cúfica geométrica combinada con códigos QR; unas telas tradicionales iraníes descubren una jaula. “Écfrasis Inversa” es la alteración artística de palabra e imagen que se produce cuando la escultura es palabra y la narración es imagen.

(NM): La luz, el tiempo no lineal, lo visible y lo invisible, etc. Se trata de conceptos muy importantes en tu trabajo y, al margen de la cuestión de la caligrafía, quizá los que conectan tu obra de manera más clara con el sufismo. ¿puedes elaborar un poco sobre ello?

(CC): De la luz lo que más me interesa es su forma de alterar los materiales con los que trabajo: la luz solar para quemar madera a través de un cristal y producir dibujos y simbologías; la sombra que proyecta una escultura y su hueco; el video que vuelve a ser un juego de luz y espejos. Me parece que en todo ello  hay algo muy atemporal.

Del tiempo he de reconocer que utilizo su interpretación occidental asociada a la historia. Me gusta confrontar periodos históricos y señalar paralelismos entre momentos separados en el tiempo. No me interesa abstraerme del concepto temporal con el que hoy vivimos. Al revés, me siento cómoda, porque creo que en la vida actual la percepción del tiempo tanto desde un punto de vista racional como sensorial nos ayuda a vivir en el mundo, a ser parte de nuestro presente. Como decía Jannis Kounellis, uno de los grandes artistas occidentales del siglo XX,  nuestra obligación hoy como artistas es ser fieles a nuestras esencias. El tiempo como historia y la luz como vehículo están arraigados en todo el arte occidental desde sus orígenes más remotos.

Es cierto que en sus esencias toda cosmogonía reúne conceptos alrededor de una visión de la creación del mundo donde una fuerza primigenia, próxima y asociada a la divinidad y al sol evoluciona con el ciclo diurno y el ciclo anual de los astros en una concepción temporal. Pero en el caso occidental esas cosmovisiones se han mantenido a lo largo de la historia de las ideas tanto científicas como espirituales. Para mi son nuestro elemento natural y no necesito ponerme a reflexionar sobre ello. Porque forman parte de mi bagaje natural. Como diría Jannis, no pienses, produce.

Esto no necesariamente encaja con otras visones más espirituales que persiguen la introspección, la reflexión y la meditación antes que la acción. Me interesan las cualidades ópticas y el valor de la luz para construir mensajes y manipular imágenes. Hay un mecanismo óptico y otro de significación que se combinan en lenguajes crípticos a lo largo de la historia.

(NM): ¿Crees que existe una necesidad creciente de regresar a la espiritualidad en el arte, al margen de las modas y del mercado? En ello estaría implícita la idea del camino artístico como un camino iniciático (qué produce la obra en mí como artista y no tanto qué obra produce el artista). ¿Te sientes identificada con esta aproximación?

(CC): Toda actividad humana y toda profesión son para las personas con intereses espirituales interpretables desde un punto de vista de búsqueda interior. No creo que eso sea algo más característico del arte que de la matemática, la semiótica, la medicina o las ciencias sociales. Aún así hay que tener claro que ambos aspectos, el interior espiritual y el exterior objetivo (si es que esa delimitación es factible) son dos cosas distintas. Desgraciadamente creo que hoy se da un gran menosprecio entre los practicantes de una vertiente y de la otra. Cuando yo me dedico al arte, y dentro del arte sabemos que existen elementos estéticos, comunicativos, culturales y creativos, no persigo de una forma distinta cuestiones espirituales. Se que hay personas que lo hacen de otra forma, pero creo que ello se debe a razones que no tienen necesariamente que ver con el arte.

Voy a poner un ejemplo. Vengo de Grecia donde he visto infinidad de representaciones de divinidades y de imágenes mitológicas que, además de atraerme e interesarme como artista, me parecen fundamentales en nuestro concepto de arte actual. Nada en ellas me transmite la sensación de que sus artistas estuviesen realizando una búsqueda espiritual. Creo que esto se debe en gran medida a que no compartimos la misma religión, incluso hoy en día desconocemos la que ellos practicaban en el sentido vitalista del término ( por mucho que conozcamos y tengamos información sobre sus ritos y catálogo de divinidades). Lo que trasciende por tanto de aquel arte no es su intimidad espiritual, y sin embargo su valor artístico sigue intacto sin ella. Esa es la parte que me interesa como artista. Respeto mucho que la gente tenga vida espiritual y vida interior pero creo que no es necesario mezclar ambos temas.

NURIA MEDINA

Es Coordinadora de Cultura en Casa Árabe. Está especializada en gestión y cooperación cultural internacional, con dilatada experiencia en Oriente Medio. Licenciada en Antropología Social por la UCM. Estudios de posgrado en las universidades Autónoma de Madrid, Lingüística de Moscú, y Georgetown University (Washington DC). Es Máster en Gestión Cultural por la Universidad de Barcelona. Es autora sobre antropología social y cultura  árabe contemporánea. nmedina@casaarabe.es

 

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